El Grito de Dolores fue la declaración revolucionaria del pueblo de Dolores que, entre la noche del 15 de septiembre y la madrugada del 16 de septiembre de 1810, encendió la mecha de la independencia de México.
A principios del siglo XIX, crecían en todos los virreinatos de América los deseos de independencia de la opresión española. Los pueblos latinoamericanos llevaban siglos soportando un régimen de tiranía y querían poder decidir sobre sus propios destinos; como toda nación soberana merece. El grito de Dolores fue la expresión espontánea de un pueblo que exigía su independencia.
Los deseos independentistas comenzaron a traducirse en acciones cuando la corona española debió distraer su atención de las colonias para ocuparse de los problemas locales: la invasión de España por parte de Napoleón Bonaparte y la abdicación del rey Fernando VII.
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La conjura de Valladolid
En el virreinato de nueva España, compuesto mayormente por el territorio que hoy pertenece a México, las acciones revolucionarias tomaron forma cuando, en 1809, un grupo de conspiradores se juntaron en una reunión conocida como la Conjura de Valladolid, en donde se comenzó a hablar de soberanía. En 1810 los conspiradores planearon la Conspiración de Querétaro, que pretendía formar una junta de gobierno en nombre del encarcelado Fernando VII. Entre los conspiradores se encontraba un personaje clave de la revolución: el Cura Miguel Hidalgo.
Hidalgo no era un cura común en ningún aspecto. Sus ideas revolucionarias no sólo eran opuestas a la política colonialista de Europa, sino también a los sectores más tradicionales de la iglesia. Se dedicaba mucho a sus feligreses, promoviendo el trabajo artesanal y de campo. Educaba a los nativos americanos y les enseñaba tareas prácticas, como cultivar viñedos, criar abejas y generar pequeños emprendimientos.
Hidalgo formó parte de la Conjura de Valladolid, la cual planeaba dar un golpe para el 1° de octubre de 1810. Pero los hechos se adelantaron cuando un empleado de correo delató a los conspiradores y en la milicia española comenzaron a gestarse planes para aplacar a la revolución. Uno de los conspiradores (Ignacio Pérez), enterado de los planes para detener el movimiento independentista, se trasladó a todo galope hasta San Miguel el Grande para avisar a los conspiradores sobre lo que estaba ocurriendo. Pérez alcanzó a advertirles justo a tiempo, cuando el ejército realista comenzaba a detener a personas independentistas.
El grito del cura Hidalgo
Al enterarse el cura Miguel Hidalgo de lo que estaba ocurriendo, no dudó en precipitar los hechos y, a las dos de la mañana del 16 de septiembre de 1810, decidió iniciar el levantamiento. Se dirigió a la capilla, seguido por una multitud que iba reuniéndose a su paso. Amanecía cuando Hidalgo hizo repicar las campanas e incitó, con el famoso Grito de Dolores, a los miles de personas congregadas en el atrio a unirse a la lucha por la independencia.
Tras el grito de Dolores, Hidalgo logró reunir un ejército de miles de personas armadas con machetes, cuchillos, palas, picos y palos, iniciando así una guerra que duró once años antes de alcanzar la independencia. El 24 de agosto de 1821 se firmaron los tratados de Córdoba, mediante los cuales España reconoció la independencia de la Nueva España; el 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró victorioso a la Ciudad de México, y el 28 de septiembre se firmó el Acta de Independencia de México.
Independencia para la gente
Hidalgo inició la lucha contra el imperialismo sin contar con un ejército organizado ni con una estrategia militar. En lugar de eso contaba con un pueblo que lo “quería como a su corazón”, tal como lo cuenta José Martí. Con discursos que “daban calor y echaban chispas” sumó a sus filas de revolucionarios a los capataces y a los sirvientes de las haciendas, a los nativos, al pueblo todo. Es que, además de luchar por la independencia de América, se preocupaba por las necesidades de la gente toda, sin distinción de razas ni origen. Así fue que consiguió abolir la esclavitud y derogar los tributos que debían pagarse según la condición social (las castas) y las contribuciones de los indígenas.
Fuente: Grito de Dolores (Wikipedia)
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