El aula inclusiva

Las personas con necesidades específicas de apoyo educativo encuentran una respuesta en el aula inclusiva, la cual no sólo reconoce la heterogeneidad del alumnado, sino que además la valora. Para ello, el aula inclusiva se enfoca en el desarrollo de las potencialidades de cada alumno, y no en sus dificultades.

El aula inclusiva
Inclusión en el aula

El proceso de las aulas hacia la inclusión es progresivo, requiriendo una toma de conciencia y responsabilidad de los docentes. Como resultado se puede instaurar un conjunto de innovaciones que afectan a la institución educativa tanto a nivel organizativo como didáctico.

La inclusión en la pedagogía se basa en los siguientes elementos:

  • cooperación
  • solidaridad
  • comunidad
  • respeto
  • valoración de las diferencias

El desarrollo de centros inclusivos debe ser una primera prioridad para todos aquellos que defienden la equidad en la educación. En ellos debe convivir y aprender el alumnado de de distintas condiciones sociales, de diversas culturas y con distintas capacidades e intereses, desde los más capaces hasta los que tienen alguna discapacidad.

Heterogeneidad e interacción

Para poder considerar que un aula es un espacio inclusivo, el proceso de enseñanza y aprendizaje debe considerarse como un proceso de vida, basado en el valor de la diversidad. El currículo debe dar una respuesta a un grupo en el que la heterogeneidad es la característica definitoria, debe constituirse en una propuesta cultural reflexiva para responder a las necesidades de construcción personal y social.

Aula diversificada
Características particulares en el aula diversificada

La interacción se convierte en el soporte instrumental de la cooperación que debe presidir toda la vida del aula. Cada alumno “llega con su mochila” y debe ser acogido con lo que trae y con lo que es. La escuela inclusiva no está destinada al alumnado con necesidades educativas especiales, sino a alumnos y alumnas con o sin deficiencias, con o sin dificultades de aprendizaje, provenientes de familias con diferentes niveles socioeconómicos, distintas religiones, sistemas de valores, etc. Es decir, la educación inclusiva atiende al alumnado sin excepciones ni etiquetas.

Un entorno educativo inclusivo ha de poder generar respuesta ante las necesidades y características de las personas que lo componen, eliminando las barreras que impiden la participación de determinadas personas o grupos minoritarios. Esto requiere cambiar y modificar contenidos, enfoques, estructuras y estrategias, con la convicción de que es responsabilidad del sistema general educar a todos los alumnos.

La educación inclusiva necesita un enfoque que mejore la calidad de enseñanza a todos los niveles y en todos los ambientes, con el fin de responder a la diversidad de los educandos para promover un aprendizaje exitoso.

Cada alumno es único

Verónica Ramos Moncla, una de las ganadoras del premio Educar a la labor docente, asegura ser una apasionada por trabajar para que cada integrante de su clase desarrolle su máximo potencial, focalizándose en lo que puede hacer en el aula inclusiva. Utiliza la educación en valores, la emoción, el juego, el placer, la curiosidad y la empatía como disparadores de aprendizajes significativos y trabaja para que cada alumno se sienta reconocido por su singularidad, y acepte cada error como una oportunidad para aprender más y mejor.

“Me considero una facilitadora de aprendizajes felices, de instancias de descubrimiento que llamo ‘momentos Eureka’, de oportunidades para generar preguntas abiertas y expresar dudas”, cuenta la docente. “Mis alumnos y alumnas saben que quiero que sean aventureros y que corran riesgos, ya que estamos embarcados juntos en el maravilloso viaje del aprendizaje. Estoy convencida de que todos mis alumnos y alumnas tienen necesidades específicas de aprendizaje, porque son singulares y únicos, y pueden trabajar de manera armónica y cooperativa en clases inclusivas. Mi mayor logro como docente es aplicar la diferenciación en mi aula”.

Verónica cuenta que su método consiste en armar subgrupos en base a habilidades e intereses, aplicando la “rotación”: mientras trabaja en un subgrupo al que le da clase, los otros subgrupos pasan por estaciones de aprendizaje independientes, trabajando en forma autodirigida. “Resuelven actividades que les asigno o las eligen de cajas que armo según necesidades e intereses; también pueden optar por juegos o por material de estudio según lo que consideren necesitan mejorar, profundizar o, simplemente, según sus ganas. De esta manera, he logrado que en mi aula mis alumnos y alumnas establezcan metas , sean automotivados y autorregulados en los aspectos cognitivos y de comportamiento”.

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