El escuchar y el contar son necesidades primarias del ser humano. El origen de los cuentos infantiles parte de la necesidad de contar y del deseo de hacerlo, del deseo de divertirse y de divertir a los demás a través de la invención, la fantasía, el terror y las historias fascinantes.
Es ese deseo humano el que marca los orígenes de la literatura. El escritor alemán Hans Magnus Enzensberger considera que aún antes de desarrollar las capacidades de leer y de escribir, el hombre sabía narrar historias. El cuentacuentos era el depositario y transmisor de la tradición oral y, por lo tanto, el inventor de los mitos y leyendas. La figura del cuentacuentos encarna el origen de los cuentos infantiles, así como el origen de los cuentos populares en general.
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Cómo se creó el cuento
Las culturas de todos los países del mundo tuvieron desde siempre el deseo de contar sus vidas y experiencias. De forma análoga, los adultos siempre sintieron la necesidad de transmitir su sabiduría a los más jóvenes para conservar sus tradiciones y su idioma, y para enseñarles a respetar sus costumbres culturales, morales y éticas. Esto se observa en el hecho de que los valores del bien y del mal suelen aparecer encarnados en los personajes que emergen de la fantasía popular.
En épocas primitivas, en que las observaciones, impresiones o recuerdos se transmitían por vía oral y de generación en generación, los personajes de los cuentos eran los portadores del pensamiento y del sentimiento colectivo. El origen de los cuentos infantiles se sostiene en este principio, ya que a partir de dichos cuentos los niños aprenden conceptos morales y éticos.
El relato oral fue durante siglos el único vehículo de transmisión que determinó el origen del cuento, no sólo para deleite de los mayores, sino también para la distracción de los niños. Los elementos fantásticos que incluyen los cuentos cumplen la función de entretener a los oyentes y enseñarles a diferenciar lo bueno de lo malo. En estas características se reconocen los antecedentes históricos del cuento.
La evolución de los cuentos
Los cuentos que corresponden a la tradición oral, además de haber sufrido modificaciones con el transcurso del tiempo, no tienen una forma definitiva ni única. En cambio, su forma resulta ser fluctuante y variada. El primer narrador de cada cuento suele ser anónimo. A la versión original se le agregan aciertos o errores de los sucesivos narradores, también anónimos, que van modificando el cuento cada vez que lo narran. Esas modificaciones tienen el objetivo de adaptar la historia a la realidad de cada época y de cada audiencia.
El origen de los cuentos infantiles se remonta a tiempos tan lejanos que resulta difícil indicar la fecha aproximada en que se creó el primer cuento. Se sabe, sin embargo, que los más antiguos creadores de cuentos han sido los pueblos orientales. Desde allí se extendieron a todo el mundo, narrados de país en país y de boca en boca.
Existen varias teorías acerca del origen de los cuentos infantiles, pero hay bastante certeza de que muchos de ellos provienen del Oriente Medio. Por ejemplo, los primeros cuentos árabes están impresos en rollos de papiro de más de 4.000 años de antigüedad. Entre las más populares colecciones de cuentos orientales y árabes se encuentra Las mil y una noches.
Los cuentos en Europa
Los primeros cuentos provenientes del Oriente Medio llegaron al continente europeo en el siglo X, principalmente a través de relatos narrados por piratas, esclavos y mercaderes. A partir de allí se extendieron por todo el Occidente, y sus versiones se multiplicaron a través de recopiladores como los hermanos Grimm o Charles Perrault. Las versiones de estos autores son las que conocemos hoy y que han incluso llegado al cine.
La multiplicidad de versiones de los cuentos provenientes del Oriente Medio se observa en casos como el de La Cenicienta, de la cual se pueden identificar más de 300 variantes. El origen de los cuentos infantiles, en este caso particular el de la La Cenicienta, se remonta a una antigua historia griega: una cortesana llamada Ródope – que significa “mejillas rosadas” – que vivía en la colonia egipcia de Náucratis.
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