Cualquiera que tenga o haya tenido un perro de mascota sabe cómo reacciona éste cuando sabe que está por suceder algo que le gusta. Por ejemplo, comer o salir a pasear. Pero, como demostró el perro de Pavlov, esto no significa que el animal sepa lo que está por suceder.
Las mascotas perrunas se desesperan con sólo escuchar el ruido de la comida cayendo en su plato, o el ruido de los preparativos para salir a caminar. Antes del experimento del perro de Pavlov, creíamos que esas conductas respondían a cierto tipo de razonamiento. Como si los animalitos pudieran deducir que el ruido de la comida cayendo en su plato anuncia la proximidad de la cena. O que el ruido de la correa anuncia que está a punto de salir a pasear.
Pero por mucho que querramos creer que nuestra mascota es inteligente y que puede pensar como un humano, la verdad es que no lo hace. Esas conductas que sugieren que el perro se alegra por que prevé que sucederá algo que le gusta, responden a reflejos condicionados. Es un poco triste, pero cierto.