Si buscamos información sobre la historia del fútbol mundial, encontraremos que Wikipedia nos habla de la muy británica “Football Association”, cuya fundación marcaría el momento en que se creó el fútbol tal como lo conocemos. Pero no hace mención de un hecho muy anterior. Según la historia del fútbol en América, los pueblos originarios jugaban distintas variantes del deporte de pelota desde tiempos inmemoriales.
Los aztecas y mayas jugaban a distintos deportes de pelota que simbolizaban la lucha universal entre el bien y el mal. Esos deportes, que bien podrían ser los que marquen el inicio de la historia del fútbol en América, implicaban una entrega total. Tanta era la entrega y la devoción a ese deporte, que quienes perdían eran castigados con la decapitación. Esto explicaría por qué para los americanos el fútbol despierta tantas pasiones.
En el mundial 2014, México defendió aguerridamente la tradición futbolística de su cultura prehispánica contra la “naranja mecánica” holandesa; naranja que la selección albiceleste (argentina) supo desmantelar hábilmente en semifinales. Hagamos honor a la selección mexicana de fútbol mencionando aspectos del deporte de pelota que practicaban sus ancestros.
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Tlachtli en náhuatl, pokyab o pok-ta-pok en maya y taladzi en zapoteca. Esos eran los nombres con los que se identificaba a una de las actividades sagradas en las culturas originarias: el juego de pelota, el cual se practicaba para conocer el designio de los dioses. Según cuenta la historia del fútbol en América, los que perdían el partido, eran decapitados. Como para pensarlo dos veces antes de aceptar una invitación a jugar un partido…
El juego de pelota – relacionado con el fútbol como “familiar directo” por profesionales del estudio de la Historia de la Humanidad – era practicado hace más de 3.500 años por la cultura de los Aztecas y los Mayas como un juego sagrado.
El juego de pelota se practicaba para conocer el designio de los dioses. Según cuenta la historia del fútbol en América, los que perdían el partido, eran decapitados.
Para los nativos habitantes de la América precolombina, el juego de pelota simbolizaba la lucha entre las fuerzas opuestas del universo. El bien y el mal, la luz y la oscuridad. El constante movimiento de la pelota representaba al movimiento de los astros, y las fuerzas de la creación.
Dado que se trataba de un juego de vida o muerte – literalmente – el despliegue físico de los deportistas era supremo.
El ulama es un juego de pelota de origen prehispánico que se sigue jugando aún en la actualidad, por lo que no puede faltar su mención en la historia del fútbol en América. Su nombre original prehispánico era ullamaliztli, el cual con el tiempo se redujo simplemente a ulama. Actualmente es practicado únicamente en algunos pueblos de Sinaloa.
Manuel Aguilar Moreno llevó a cabo un estudio sobre los orígenes prehispánicos del ulama, en el que distingue tres versiones del juego: el ulama de palo, el ulama de brazo y el ulama de cadera. Este último es el más semejante a las descripciones históricas del juego de pelota azteca.
La historia del fútbol en América nos traslada luego hasta Puerto Rico. En este país, antes de la llegada de los españoles, los aborígenes practicaban un deporte llamado batú (pelota). Competían dos equipos de 12 jugadores cada uno, que tanto podían ser hombres como mujeres. Para participar debían portar el yuke, o cinturón ceremonial.
Al comenzar el partido, se lanzaba el batú al aire y los jugadores debían evitar que tocara el suelo en su lado de la cancha, pegándole con cualquier parte del cuerpo menos con las manos. Era lícito dejar que el batú rebotara contra las piedras que delimitaban la cancha. El equipo que dejaba caer el batú al suelo perdía un punto.
El juego de batú constituía un evento social de gran importancia. Ocasionalmente lo jugaban para decidir un castigo o la suerte de un enemigo capturado. El público se sentaba alrededor de la cancha, mientras que el cacique y otros miembros destacados de la tribu ocupaban los asientos ceremoniales.
La pelota que se usaba en el batú se formaba hirviendo raíces y hierbas específicas, con las que formaban una pasta a la que daban forma redonda de unos 10 cm de diámetro. Los conquistadores españoles, que desconocían la existencia de la goma, se sorprendieron por el rebote que se conseguía con el batú.
Fuentes: Deporte Spain, El Universal, Pueblos Originarios
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