Al pensar en Cyrano de Bergerac, nos viene a la memoria ese personaje dueño de una gran nariz, que no se atrevía a declararle su amor a la bella Roxane debido a su fealdad. Su amor y su romanticismo eran aún más grandes que su nariz. Por tal razón, Cyrano optaba por cantarle odas a su amada a través de la voz y la presencia de Christian, un muchacho guapo pero carente de ingenio.
Además del personaje de esa historia, Cyrano de Bergerac fue un escritor en la vida real, cuyas circunstancias inspiraron a Edmond Rostand a escribir la famosa obra que lo inmortalizó. Veamos primero la biografía del escritor Cyrano de Bergerac, y luego un resumen de la obra que lleva su nombre.
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Hercule Savinien de Cyrano de Bergerac (ese era su nombre completo) fue uno de los más importantes escritores del seiscientos francés. Su personalidad era verdaderamente ecléctica: fue novelista, dramaturgo y autor satírico, entre otras cosas. Llevó una vida libertina, y poco antes de morir tuvo la intención de liderar una vanguardia cultural.
Fue muy discutido y controvertido, y considerado, sucesivamente «un mártir libre-pensador» (Paul Lacroix), un «científico incomprendido» (Pierre Jupont), un «libertino sin arte ni parte» (Lechevre), un «racionalista militante» (Weber) y «pretendido alquimista» (Eugène Canseliet).
Nacido en París en el año 1619, Cyrano pasó su infancia en Saint-Forget y luego se trasladó a París, donde transcurrió casi toda su vida. Estudió en el colegio de Beauvais, el mismo donde estudiaron Charles Perrault y Jean-Jacques Rousseau. Uno de sus profesores, llamado Jean Graugier, fue caricaturizado en su obra El pedante engañado.
Cyrano se inició en la carrera militar y llegó a ganar fama por su arrojo y sus numerosos duelos. Pero, afortunadamente para la literatura y el teatro, debió abandonar esa carrera cuando sufrió una herida en el sitio de Arras, en 1641.
De regreso en París, Cyrano adoptó una vida disipada que lo dejó en una mala situación económica. Buscó la protección del Duque de Arpajon y con el apoyo de éste compuso la tragedia “La muerte de Agripina”. Al estrenarse en el Hôtel de Bourgogne en 1653, la obra causó un gran escándalo por exponer la crueldad, la violencia y el cinismo del mundo político. Por tal razón, Cyrano conoció el fracaso y el Duque de Arpajón le retiró su apoyo.
Enemistado con su protector, Cyrano de Bergerac murió el 28 de julio de 1655 (tenía 36 años), en Sannois, por causa de las heridas que le causó una viga al caerle encima. En forma póstuma se publicaron sus obras Historia cómica de los estados e imperios de la Luna y Historia cómica de los estados e imperios del Sol.
Edmond Rostand escribió la tragicomedia que lleva el nombre de Cyrano de Bergerac, retratándolo como a un personaje romántico y aventurero. A continuación compartimos el resumen de la obra.
Primer acto. En el teatro del Hôtel de Bourgogne, Cyrano expone su comportamiento excéntrico. Su amor por la bravata lo impulsa a interrumpir una representación teatral sólo por que aparece un actor que le resulta antipático. Su “preciosismo” literario lo inspira a cantar una balada en el momento mismo en que se desafía con un gentilhombre que intenta oponerse a su dominio.
Cyrano está profundamente enamorado de su prima Roxana, pero ésta ama a un joven cadete de Gascuña, llamado Christian de Neuvillette, tan guapo como carente de ingenio. Roxana teme por él las violencias de los colegas gascones, siempre dispuestos a tratar duramente a un novato, que además no es gascón. Se le ocurre, entonces, ponerlo ajo la tutela de un terrible espadachín primo suyo, que no es otro que el mismo Cyrano, ignorando la pasión que inspira a éste.
Cyrano acepta, y Christian, consciente de su pobreza de ingenio, se dirige a él para que le aconseje. Cyrano queda sumido en un juego que a la vez le embriaga y le angustia: escribe las cartas amorosas de su rival, le sugiere las palabras que habrá de repetir a la amada, y llega incluso en una famosa escena a hacer él mismo, aprovechándose de la oscuridad, una declaración de amor particularmente vibrante a Roxana. Se deja sustituir por Christian cuando la joven, fascinada, se asoma al balcón para besarle.
También el conde de Guise ama a Roxana, pero la ayuda de Cyrano y las argucias de la joven estropean sus manejos. Roxana y Christian se casan por fin, y al conde de Guise sólo le queda la venganza de hacer marchar al sitio de Arras a los cadetes mandados por él, entre ellos Cyrano y Christian. En el sitio, Christian muere el mismo día en que Roxana, siguiendo audazmente su inspiración, consigue reunirse con él.
La lejanía había condenado a su amor a vivir a través de la pluma de Cyrano. Poco antes de caer, el joven esposo había abierto por fin los ojos: Roxana ya no estaba enamorada de él, sino, sin saberlo, de Cyrano. Ambos habían decidido confesar la verdad a Roxana. Pero la muerte del joven sella los labios de Cyrano.
Roxana se retira a un convento. Durante quince años, Cyrano la visita todos los sábados, viviendo con ella la dulzura del recuerdo. El día en que una teja lanzada a traición le hiere de muerte, Cyrano reúne sus últimas fuerzas para hacer la última visita. Y es también el día de la casual revelación de todo su drama y de su pena, que llega demasiado tarde: Cyrano se sume en un delirio de fantasmas heroicos, dejando a Roxana con la angustia de un amor dos veces perdido.
La comedia, a modo de contrapunto de motivos líricos y emotivos, presenta un clima tan intenso que sofoca a la misma personalidad de los personajes. Estos no parecen vivir una existencia propia, sino entregarse por entero a una sucesión de fuertes emociones y de anudamientos de afectos. En ello radica su debilidad y su falsedad; pero también en ello está su poesía sencilla, donde parece resumirse toda una tradición literaria francesa.
Lo que hace de Cyrano un personaje tan intensamente teatral es el hecho de que él sea el primero y más exigente público de sí mismo. El hecho de estar “representando” ante sus ojos, sin perder en el juego una limpidez y una dignidad que le impiden caer en la afectación. Pero lo que más lo aproxima a las simpatías del público es precisamente la derrota de todo ello.
En la derrota, Cyrano se purifica: cuando, en el último acto del drama, se nos presenta convertido en un pobre fracasado, reducido a aceptar de vez en cuando una taza de caldo que le ofrecen unas monjas caritativas, se desprende de su caparazón y se siente cómo se afirma su auténtica humanidad.
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